Hay un hombre sentado al fondo del bar, bebe cerveza y mira el reloj,
entró bien vestido, pero tras su camisa ese pobre diablo apesta a sudor,
huele a miedo, a días en vilo y noches esperando a que suene el despertador.
Arroja al aire una moneda de cobre y al caer la atrapa con sus manos,
susurrando entre dientes que dios le ayude y sea cruz lo que ha tocado,
y sin embargo al retirar sus dedos suspira triste y vuelve a tomar otro trago.
Hay un hombre que se está ahogando en las costas de isla bebida,
y maldiciendo su nombre le grita al camarero que no tomará el salvavidas,
que no sacará del bolsillo las piedras ni la emborronada carta de despedida.
Arroja diablos desde su garganta y cuando nadie le mira,
echa mano a la cartera y desdobla una vencida fotografía
de cuando ella le hacía cosquillas, de cuando aún le sonreía.
Y ese hombre agarra el vaso con fuerza, con tanta rabia como pena,
por haber levantado un mar entre su atormentada playa y la de ella,
por que ella era su sol y ahora solo le alumbraban cerillas y velas...
Arroja sus cartas al puerto y, llorándole olas amargas,
se hunde en el agua desnudo, abrigado sólo por algas
y un rayo de luna que se despide de él y le besa la cara
Pablo me aleg4a poder leerte aunque conmuev3s mis cimientoz y me haces pensar y cuestionar vracias por ser acicate del pensamiento y el sentimiento.
ResponderEliminarPerdona la tipografia,es la tablet que aun no domino. Gracias por usar tu tale to.
ResponderEliminarGracias a ti Antonio, de poco vale el alma que hable si no hay una que la escuche
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