Desde la acera de enfrente se ven caer las tejas,
se observan caer los grandes cascotes de piedra
que regresarán de nuevo a toparse con la tierra.
Desde la acera de enfrente, aquel reino se venía abajo,
quería dejar atrás la verticalidad y encontró un atajo
huyendo del cielo al infierno vino a darle el abrazo.
Desde aquel privilegiado lugar se contemplaba el declive
de todo lo logrado, lo alcanzado y lo creado, que ya no vive
ni agita enérgico un ancho pulmón que se llene y respire...
Cayó, como el sol dándose de bruces contra el horizonte,
como la lágrima que ansiaba acariciar las manos del amante
y estrepitosamente fue a parar a aquella esquina del sillón.
Le dijo adiós, y esta vez ya nadie dejó escapar un "detente",
le dijo no volveré, y solo su propio eco se manifestó presente,
ella sentenció el adiós con su mirada y llenó de lágrimas el colchón.
y desde entonces se hicieron mar las sábanas con ´llantos amargos
y las miradas se hicieron yermos parajes donde nadie entiende de relojes...
No hay comentarios:
Publicar un comentario