Tu voz, casi un murmullo despuntando por el Este,
casi jirones de viento cuando llega la hora del alba
haciéndome dudar de si eres tu o tan sólo el eco
apaciguado de sirenas que escondidas en tu pelo
se preguntan que precio habrá, si es que alguno haya
de pagar para yacer siempre a tu lado sin dejar de verte.
Tu voz, que a veces clama a levante y a poniente
y les hace enmudecer, guarecidos en sus lejanas cavernas,
que desdibuja el cielo austral y el boreal cuando de pronto
ya nadie en su sano juicio osa a ponerse en frente,
a replicar palabras que escapan de tus labios como tormentas,
derribando de este barco a todo el que permanezca a bordo.
Tu voz, y la mía, en una escaramuza donde sólo llevo
mi cuchillo contra todo tu arsenal vibrante y fonético,
atrincherados, malheridos y con el fango por el cuello
me arrojo en una acción suicida, siempre sin éxito,
porque ni rimas asonantes, ni unos versos apareados
lo han logrado, menos aún argumentos "asalvajados".
Por más que me empeño tras cada refriega
siempre olvido que su voz y la mía esperan
unos labios que silencien, unos brazos que rubriquen
con amor el final de esta cruenta jornada.
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