A menudo se adentra en
mí, atraviesa todas mis dermis hasta lo más profundo de mi ser,
y
me encuentra allí, desnudo, vulnerable, tan débil y quebradizo como
la semilla que todos llevamos dentro...
Y me hiere, no puede ser de
otro modo, me hace temblar hasta que las lágrimas brotan
y se
dispersan por los surcos de mi quebrada semilla. Pero no es una
herida que duela,
no es una cicatriz que deba lamentar cuando
recordarla me hace estremecer del gusto
y me devuelve a la vida, a la
vida que sueño, a la vida que busco, esa vida que ansío en mi
interior como el sol ansíado por el brote de trigo.
Y así es el
arte, así es el verdadero arte, capaz de atravesarnos como si
fueramos etereos,
capaz de alzarnos como una atalaya o de arrojarnos
como la plomada lanzada al centro de la tierra.
A veces tan efímero
como el primer acorde, a veces tan eterno como la canción que me
dedicaste.
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