Llevo atrapados en mi diario kilómetros de vías y decenas de andenes,
llevo la sombra fugaz de los árboles, como estrellas en un paisaje
que se pierde deprisa tras la estela blanca de aquel corcel de acero.
Pueblan mi recuerdo bastas horas apoyadas sobre raíles infinitos
que, al fin y al cabo, hablan de quien soy y hablan de donde vengo.
Se dibujan en aquellas ventanas el mismo cuadro que en mi mente:
Un pasado difuso y borroso que al descuidarnos devora el efímero presente,
¿Y el futuro? ¿Qué hay de ese futuro que se aproxima acelerado?
Un futuro que queremos alcanzar, y conocemos el final del trayecto
pero a pesar del millar de traviesas desconocemos el camino marcado.
llevo en mi bolsillo guardado un billete de ida y vuelta en cada viaje
preguntándome si usaré los dos o si mi camino acabará antes de que baje,
pero ese es nuestro espíritu emprendedor y optimista, es decir,
compramos los billetes creyendo que iremos, haremos y volveremos,
sin dudar entonces que regresaremos igual que fuimos a partir.
Llevo arrastrando un susurro desde la última estación que atravesé,
preguntándome si puede ser este el ultimo tren que tomaré,
pero por más que mire no puedo responder, no se si quiero,
mas se que en algún momento me haré uno con aquel pasado difuso
y toda estela de mí no será sino eso, un borroso recuerdo.
Me gusta su profundidad.
ResponderEliminarGracias Antonio, un viaje en tren da para pensar mucho.
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