Recuerdo el olor intenso a pólvora mojada,
quemada en la superficie de tu cuerpo
y bañada por sudor en nuestra almohada,
recuerdo las manecillas surcaban el tiempo
mientras mis dedos surcaban tu cara.
Rememoro, cuando nos alcanza la mañana
cómo los cañones rugían y estrepitosamente
hacían saltar por los aires las azotadas sábanas
que se hacían jirones ondeando hacia poniente
en un mar de muchas caricias y pocas palabras.
Respiro, aún exhausto por el abordaje de tu dedos,
y hago cuentas de las consecuencias del pícaro pillaje,
que me dejó vencido en lecho y con la mirada en el cielo,
preguntándome si de allí proviene tu imagen
o si fue sólo una placentera alucinación en mi cerebro.
Pero no cabe en mente imaginar tal aventura,
componer solo en ideas la travesía de mis labios
por las playas de arena clara alrededor de tu cintura,
no alcanzaría siquiera a imaginarlo
sin perder en el camino lo que me resta de cordura.
Pues son amor, tus caricias y las mías pertrechos de guerra,
de una guerra sin cuartel y repleta de escaramuzas,
son tus besos las bolas de cañón que disparas con fuerza
derribando mis tapujos, la mesura, y la blusa,
que son doblones de oro lo que adornan tus caderas
y yo el corsario inglés que te persiga hasta la última costa..
...Hasta la última bahía en que encallen tus cabellos y mis manos
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