Recopilación de textos narrativos y poesías personales, disfrutad su lectura igual que disfruto yo llevando mis dedos desde su inicio hasta su punto y final.

sábado, 13 de agosto de 2016

De perderme en la judería


         Llevaba un par de horas caminando, recorría las callejas de la judería intentando que mi corta edad se desvaneciera entre los siglos que habían desgastado aquellas calles, y entonces encontré un pequeño recodo desde el que podía escuchar un diminuto caño de agua abasteciendo uno de aquellos pozos que antaño habrían poblado de vida y risas aquellos rincones de aroma andalusí.

Aproveché el sardinél de una casa vecinal frente a la fuente para sentarme y soltar mi mochila a un lado... Mi mochila, mi fiel compañera de aventuras, siempre llevaba mis enseres personales en ella, cosas como una pequeña navaja, un trozo de cuerda, pañuelos y una libreta que siempre llevaba conmigo pues nunca sabía donde me llevarían mis pies. Saqué de entre aquellos bártulos mi pequeña libreta y un bolígrafo dispuesto a escribir la más triste despedida.

“a quien le pueda interesar...” comencé, no podía ser de otra manera, ¿a quien le podría importar mi vida? ¿quien podría lamentar mi pérdida? Aquél testamento informal brotaba de un instinto autodestructivo y siniestro que llevaba tiempo acampado entre mis pensamientos. ¿Qué podía aportar al mundo? O lo que me parecía más crucial, ¿Acaso se perdería algo importante el día que yo dijera adios?. Un abnegado sentimiento de soledad en medio de tantas caras aceleraba aquella fatídica decisión, como si mi alma exigiera una respuesta allí y en aquél preciso momento, adornada por el canto del agua en la misma ciudad que me había visto nacer... Ahh.. Paredes encaladas y rejas floridas me contemplaban como otra mota de polvo a punto de desvanecerse mientras ellas seguían inmutables. ¿Es que ni los ecos del tiempo temblarán cuando me desvanezca?. Pensamientos malditos inundaban mi cabeza y aceleradamente caían en forma de versos sobre aquella libreta, pensamientos malditos que no me habían permitido reparar en aquel joven matrimonio que me contemplaban con una sonrisa desde la esquina de la calle,; con un castellano bastante dudoso se atrevieron a preguntar. -¿Podemos leerlo?

Juro que nunca me había sentido tan vulnerable, ellos, dos desconocidos venidos de algun lejano rincón, querían perder su tiempo leyendo aquella siniestra poesía, -Me gustaría, pero es demasiado triste- y como si hubieran leído aún más en mi mirada me sonrieron con compasión y siguieron su camino, sus dulces y bellos rostros desaparecieron pero algo de ellos se quedó conmigo.

Pensé que era un disparate, ¿compartir mis pensamientos, mis propios sentimientos? ¿quién querría aventurarse tan adentro? Pero tal vez si, tal vez para eso estaba aquí, para sentir, para vivir, para gritarle al mundo sin hacer ruido.

Desconozco si algo de lo que escape de entre mis dedos quedará en pie como aquellos rincones de mi hermosa judería, desconozco si despertarán mis versos y mis prosa algúna mente enturbiada como aquel caño de agua clara, pero gritaré, gritaré en silencio hasta quedar sin aliento, pues he descubierto que cuanto más deposito más lleno me siento, y cuanta más vida gasto escribiendo, más deseo seguir siendo....


Pablo León Alcaide

3 comentarios:

  1. Qué bella anécdota. Me gustan los relatos en los que se habla de lo que se siente no sólo de lo que sucede. El poeta es el que guarda un recuerdo vívido de lo que ha sentido en un momento xe su vida.

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    1. Gracias Antonio, me siento afortunado de poder compartir mis sentimientos...

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  2. Qué bella anécdota. Me gustan los relatos en los que se habla de lo que se siente no sólo de lo que sucede. El poeta es el que guarda un recuerdo vívido de lo que ha sentido en un momento xe su vida.

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