Hay días en que la oscuridad se cuela dentro de mí
fría y sólida como una cuchilla de afeitar mellada.
Hay días en los que las sombras embriagan mis sentidos
helada, dispersa como una niebla que me impide sonreír
y me pregunto cual será el destello que atraviese mi alma
iluminando todos mis salones, todos mis rincones perdidos.
Hay días en los que alzo la vista buscando respuestas,
una mano todopoderosa capaz de disipar las nubes,
pero sigo aquí, invadido por esta obligación molesta
de confiar en una sociedad de la que desconfío,
de no creer en nada más allá de lo que pueda ver...
Y estos cansados ojos se merman en cada acto impío,
claudican una tras otra todas las plazas de mi esperanza.
Tal vez algún día me levante y pueda darle la espalda
a todas las tinieblas que pueblan este mundo extenso
como un sol que ignora toda la oscuridad del universo,
tal vez un día toda la brea que cubre mis pobres zapatos
se incendie para alumbrar cada uno de mis torpes pasos
como el halo de unos padres velando por la felicidad de sus hijos...
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