Vendrás a por mí, con tu mano helada te posarás en mi cargado hombro y sonriendo me dirás que ya es la hora. Vendrás, lo se, tal vez mas pronto que tarde y arrojarás un velo sobre el quebradizo cuerpo que dejaré para un recuerdo efímero.
Te escribo en letra pequeña porque se que estas cerca, tanto que a veces tu delicada mortaja acaricia mi espalda y un escalofrío recorre toda mi piel como un ratón asustado buscando refugio. Te escribo despacio y tranquilo, demasiado tal vez pero, ¿que hacer? Mejor que me recojas aquí, haciendo lo único que se en lugar de atrincherarme en el sofá, envuelto en miedo y angustia. Voy haciendo las pases conmigo mismo, demasiada guerra interna mientras las vigas de este cuerpo se desmoronan.
Un hombre sencillo, eso debía ser tal y como dice la canción, pero nadie nos indicó el camino recto, y ahora se que vendrás, tan bella e implacable como las olas del mar, como el último beso...
Se desliza accidental mi bolígrafo entre los dedos hasta caer al suelo
y su mano viene a sustituirlo, como aquella fría brisa de invierno
que se cuela por una rendija, como el beso de tu madre al acostarte,
súbito, pero sin miedo alguno, tan previsto y a la vez tan impactante.
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