Recopilación de textos narrativos y poesías personales, disfrutad su lectura igual que disfruto yo llevando mis dedos desde su inicio hasta su punto y final.

viernes, 26 de agosto de 2016

De caminos equivocados

Un día tropecé con la tumba del diablo,
el lugar donde enterró sus ganas de luchar,
llevaba horas conduciendo sin ninguna dirección
huyendo de mi mismo, escapando de la vida
hasta que escapó la última gota de gasolina,
yo me había rendido, creí que no había otra opción
y en silencio ignoraba que había optado por abdicar,
estaba dando un giro en el guion de mi diario.
 
Decir no -Porque no he nacido yo para esto-
porque no nací para ser nada, tampoco nadie
me equivoqué al creer en los falsos profetas
que predecían mi vida en forma de etiquetas,
somos hojas, pero no en libros, sino en el aire,
un enigma indescifrable para nosotros y el resto,
somos la posibilidad en cada fecha del calendario.
 
¿Por qué vivir creyendo en lo que "debemos ser"?
¿Por qué no crecer y descubrirnos a nosotros mismos?
ser aquellos en quienes queremos llegar a convertirnos
y encontrar el equilibrio entre la realidad y nuestro placer,
vivamos con los pies en la tierra y la faz en el cielo,
luchemos por no ser lo que se espera de nosotros,
digamos -Soy todo lo que puedo y todo lo que quiero-
 
 
Pablo León Alcaide

miércoles, 24 de agosto de 2016

De un misterioso hipopótamo

Hace tiempo ya que lo encontré, o fue el quien me encontró,
como una pequeña casualidad que sin duda no lo parece,
fue un oasis en medio del desierto que asolaba mis sentidos.
Hace tiempo, y sin embargo aún me siegue estremeciendo,
como la brisa que se coló en mi alma y sin decir nada la curó
fue el agua clara que limpia tus heridas, pero escuece,
te recuerda que eres frágil, vulnerable, amasijo de crujidos.
Es la historia de un hipopótamo que me rescató hace tiempo,
yo caminaba perdido y el, entre acordes y silencios me guio,
quería ser alguien que no era, ser quien la gente quisiese,
y de tanto buscar a esa persona dentro de mí acabé perdido,
-tan lejos de ti- me decía en voz baja -¿Qué estas haciendo?
Y de repente apareció, yo no lo buscaba, pero el apareció,
y le acompañaba una canción que aún hoy me entumece,
me hace sentir vivo, como un gorrión que cae del nido
y solo al sentir que va a morir descubre que está viviendo.
Lo admito, una canción de Ludovico Einaudi me cambió,
necesitaba transmitir lo que sentía y no podía hacerse
mientras no fuera yo mismo, mientras siguiera escondido,
puede ser que entonces sea mas yo cuando sigo escribiendo.
 
Versos a una imagen, versos a una canción, a un recuerdo
humilde agradecimiento por recordarme cual es mi sitio
cuando todo tambalea, vuelvo a ella y me encuentro.
I giorni - Ludovico Einaudi
 


Pablo León Alcaide

lunes, 22 de agosto de 2016

De sorientado

Mi mente colapsada, una maraña de carreteras secundarias por donde discurren pensamientos acelerados, cierro los ojos y abro los pulmones: ahí vienen otra vez, pienso en más de lo que podría escribir y escribo más de lo que logro organizar aquí dentro.

Jóvenes, pero no tanto como para seguir despreocupados; adultos, pero dicen que no lo suficiente "aun no sabes lo que es cotizar". Ya... os aseguro que no es por falta de ganas, ni de sueños, pero ese es el problema, nos invitaron a entrar en sueños duraderos y cuando despertamos nos descubrimos en una puerta de embarque donde te piden idiomas, experiencia laboral, que te conformes con lo que te den y no rechistes si te lo quitan. Pero no es culpa del jefe, el simplemente exige porque puede hacerlo, porque le han enseñado que es más práctico dos medios sueldos que uno digno, que si te vas a Sevilla perderás tu silla, y eso hay que agradecérselo a quienes se sientan un poco más arriba, a los que no condenan ni eliminan la precariedad laboral, los mismos que han hecho que nuestra generación haya atravesado tres reformas educativas distintas, cada una "parcheando" la anterior y dándole una capa de pintura a los desperfectos, esperando que la máquina siga funcionando (al menos mientras ellos sigan ahí).

Y no considero que sea una cuestión de colores, sino de números, de una regla de tres que no nos cuadra: ¿Por qué a mayor número de cargos políticos no se corresponde una mejor situación socio-económica? Somos un país miope, nos empeñamos en mirar a lo lejos en busca de soluciones, ejemplos de otras naciones, pero solo copiamos los arreglos a medias, nos quedamos con vagos detalles (como aquella supuesta homologación de la universidad pública del Plan Bolonia que sigue sin producirse), así, ni vemos lo que hay más allá de nuestras narices ni nos molestamos en buscar la respuesta un poco más cerca. tanto como nuestro propio cerebro.

Cuando nacemos, pequeñas joyas en bruto, traemos con nosotros un circuito cerebral inmaduro, carente de eficiencia, es solo a través de la proliferación de conexiones "útiles" y la poda de aquellas que no aportan ningún beneficio que nuestro cerebro madura, nos hace más eficientes. ¿Por qué un sistema de gobierno debería ser diferente? Me pregunto si el problema no estará en que, como dicen los ancianos en mi barrio "no falta dinero, sobran maletines", un sistema atestado de cargos que se solapan, se confunden competencias y se comparten como buenos hermanos cuando a menudo lo que se necesitan no son dos ojos más, sino que los primeros sean capaces de cumplir con su cometido.
Asesores para aconsejar a los hombres de confianza del ministro, ramificaciones interminables que podrían y deberían zanjarse en pos del desarrollo general.

Dicen que me quejo demasiado, pero no son quejas vacías, solo busco explicaciones, busco indicaciones, que me digan por qué hay universitarios con idiomas en paro mientras hay diputados sin estudios, que me digan qué sucedió con aquello de "esfuérzate y obtendrás tu recompensa", estoy desorientado, perdido, soy un niño que patalea en el cuerpo de un hombre y grita -¡No es justo!. Me siento extraviado, ocho meses renovar gobierno, y aún así no se que me da mas miedo, si la estática que perpetua medidas obsoletas o cambiar para encontrarnos en un nuevo fracaso vestido con otros colores; me asusta cada mitin, cada mensaje en el telediario, la verdad sesgada por el mejor postor y una realidad que me sabe extraña.

Me siento en el sillón, cierro los ojos para sentirme un poco más a salvo y recuerdo las palabras de Descartes... -Pienso, luego existo, pero ¿Qué más es real? ¿Hasta donde se extiende el brazo de la manipulación mediática?

Pablo León Alcaide

domingo, 21 de agosto de 2016

De amor lunático

Eras completa oscuridad en este mar de neón
donde todos se anuncian, todos se publicitan,
y sin embargo tu resplandecías allí, a oscuras,
eclipsando todos los faroles de la calle tristeza.
 
Eras silencio absoluto en medio del ruido atronador
donde todos gritan sus virtudes, todos se critican,
y sin embargo tu callabas guardando la compostura,
como si nada más hiciera falta para alabar tu grandeza.
 
Eras de plata pura en este campo de hierro y hormigón
donde todos endurecen sus aristas, todos se fortifican,
y sin embargo tu te ibas fundiendo con absoluta ternura
con cada muestra de amor y cada eco de inmortal belleza.
 
Eras de ese viento que atravesaba el extenso corredor
donde todos te siembran obstáculos, todos te limitan,
y sin embargo tu me empujabas y elevabas a las alturas
sin dejar que en el camino me atraparan las asperezas.
 
tu eres mi amor
digan lo que digan
tu eres mi luna
mi cura cuando besas.
Dancing in the moonlight.


Pablo León Alcaide

jueves, 18 de agosto de 2016

De buscar remedio

        Vivimos intoxicados, envenenados por nuestro alrededor, permitimos que atraviesen nuestras defensas y que infecten más allá de nuestros huesos. Pero -¿A quien vamos a culpar?- Somos esclavos de nuestro silencio, si, de todo lo que no dijimos pero debimos decir, de todo cuanto no gritamos, de aquello que nos detiene y a la larga nos hace enfermar nuestro cuerpo y sobretodo nuestra psique.

Tenemos derecho a alzar la voz y a decir que no, a detener el flujo incesante que nos ahoga aún cuando sabemos que deberíamos flotar y fluir. Tenemos una obligación moral con nosotros mismos para abstraernos del libertinaje y del dolor que provoca, pero -¿Quién le pondrá el cascabel al gato?- Estamos tan sumidos en esa realidad que hasta nos sentimos culpables de gritar que está mal, aunque lo esté, sentimos vergüenza de herir a alguien, aunque sea el mismo que nos lastima.

A menudo acabamos por resignarnos a esquivar los tiros como podamos y mirar para otro lado cuando no es a nosotros a quien fija el objetivo, a menudo perpetuarlo no es otra cosa que quedarnos sin decir nada. Queremos gritar pero no nos atrevemos a levantar la voz, queremos volar pero nos asusta el golpe ronco de nuestros grilletes al desprendernos de ellos.

El estrés es el gran mal de nuestro tiempo, al menos en aquellas afortunadas sociedades que pueden "permitírselo", y con frecuencia la única manera de evadirnos de éste es hacer uso de medicamentos o acudir a cualquier rincón conglomerado de personas que también buscan una solución a sus problemas... 
¿Un consejo?, las relaciones sexuales (y no solo su consumación) reducen el nivel de Cortisol, la hormona responsable del estrés, así que, como decían en los tiempos de la guerra de Vietnam.. "Haz el amor y no la guerra".

Pablo León Alcaide

miércoles, 17 de agosto de 2016

De mi oscuro pecado

La carne es débil, el deseo es fuerte,
un impulso que no logro sacar de mi mente,
decir que no cuando la tentación está en frente.
 
Oscuro es y cuanto más lo niego, más lo necesito,
no puedo acallar la voz que me habla al oído,
me dice "tómalo, es tuyo y está bien merecido".
 
Pero ¿Cómo entrar si después no querré salir?
no puedo, no debo, pero lo anhelo como el vivir,
ya casi siento mi cuerpo envenenado sin ese elixir.
 
Reprimo el instinto pero aun así mis manos buscan,
"vamos, no seas idiota, ¡pero si sabes que te gusta!"
yo lleno mi cabeza de muros pero poco lo ocultan.
 
Escribo para confesarme y mantenerme ocupado,
para caer entre versos y no en el amargo pecado,
pues ya por demasiado luché, lo he intentado.
 
Pero no puedo evitarlo, tengo claro que caeré
que más tarde o más temprano lo probaré...
...
Al final acabaré tomándome otra taza de café

Pablo León Alcaide

sábado, 13 de agosto de 2016

De perderme en la judería


         Llevaba un par de horas caminando, recorría las callejas de la judería intentando que mi corta edad se desvaneciera entre los siglos que habían desgastado aquellas calles, y entonces encontré un pequeño recodo desde el que podía escuchar un diminuto caño de agua abasteciendo uno de aquellos pozos que antaño habrían poblado de vida y risas aquellos rincones de aroma andalusí.

Aproveché el sardinél de una casa vecinal frente a la fuente para sentarme y soltar mi mochila a un lado... Mi mochila, mi fiel compañera de aventuras, siempre llevaba mis enseres personales en ella, cosas como una pequeña navaja, un trozo de cuerda, pañuelos y una libreta que siempre llevaba conmigo pues nunca sabía donde me llevarían mis pies. Saqué de entre aquellos bártulos mi pequeña libreta y un bolígrafo dispuesto a escribir la más triste despedida.

“a quien le pueda interesar...” comencé, no podía ser de otra manera, ¿a quien le podría importar mi vida? ¿quien podría lamentar mi pérdida? Aquél testamento informal brotaba de un instinto autodestructivo y siniestro que llevaba tiempo acampado entre mis pensamientos. ¿Qué podía aportar al mundo? O lo que me parecía más crucial, ¿Acaso se perdería algo importante el día que yo dijera adios?. Un abnegado sentimiento de soledad en medio de tantas caras aceleraba aquella fatídica decisión, como si mi alma exigiera una respuesta allí y en aquél preciso momento, adornada por el canto del agua en la misma ciudad que me había visto nacer... Ahh.. Paredes encaladas y rejas floridas me contemplaban como otra mota de polvo a punto de desvanecerse mientras ellas seguían inmutables. ¿Es que ni los ecos del tiempo temblarán cuando me desvanezca?. Pensamientos malditos inundaban mi cabeza y aceleradamente caían en forma de versos sobre aquella libreta, pensamientos malditos que no me habían permitido reparar en aquel joven matrimonio que me contemplaban con una sonrisa desde la esquina de la calle,; con un castellano bastante dudoso se atrevieron a preguntar. -¿Podemos leerlo?

Juro que nunca me había sentido tan vulnerable, ellos, dos desconocidos venidos de algun lejano rincón, querían perder su tiempo leyendo aquella siniestra poesía, -Me gustaría, pero es demasiado triste- y como si hubieran leído aún más en mi mirada me sonrieron con compasión y siguieron su camino, sus dulces y bellos rostros desaparecieron pero algo de ellos se quedó conmigo.

Pensé que era un disparate, ¿compartir mis pensamientos, mis propios sentimientos? ¿quién querría aventurarse tan adentro? Pero tal vez si, tal vez para eso estaba aquí, para sentir, para vivir, para gritarle al mundo sin hacer ruido.

Desconozco si algo de lo que escape de entre mis dedos quedará en pie como aquellos rincones de mi hermosa judería, desconozco si despertarán mis versos y mis prosa algúna mente enturbiada como aquel caño de agua clara, pero gritaré, gritaré en silencio hasta quedar sin aliento, pues he descubierto que cuanto más deposito más lleno me siento, y cuanta más vida gasto escribiendo, más deseo seguir siendo....


Pablo León Alcaide

jueves, 11 de agosto de 2016

De recorrer tu senda

Vagando por callejas oscuras y plazas soleadas
descubrí que por muchos pasos que yo daba,
jamás estuve tan perdido, jamás tan extraviado
como cuando camino lejos de tus pensamientos.
 
He atravesado días perdidos, horas malgastadas,
calendarios tachados sin poder llegar a casa,
pensando que el hogar lo definía un mobiliario
y no el baúl donde guardas tus sentimientos.
 
Te contemplo como a un puñado de preciadas
cartas de navegación, preciosas rutas marcadas
indescriptibles para anotar en mi pequeño diario,
yo te miro a los ojos, y entonces me encuentro.
 
Quiero saber de ti, de cada una de tus calzadas,
quiero aprenderme cada facción de tu cara,
atravesar tu piel sin brújula ni astrolabio,
surcar tus labios y no volver jamás a puerto.


Pablo León Alcaide

domingo, 7 de agosto de 2016

De miradas que inspiran

Ella se sentó a mi lado y preguntó -¿Qué sabes hacer?.
-Nada -contesté- Solo escribir, a veces prosa, otras versos..
-¿Sólo escribir? -Exclamó- y Dios tan  solo sabe pintar,
una mañana se despertó y dijo... hoy pintaré el amanecer.
Ella guardó silencio fijando en mí aquellos ojos inmensos
y me arrojó una sonrisa de esas que son capaces de atar
a un alma a ras de otra hasta el fin de sus dichosos días.
 
A veces no era capaz de esperar y lanzaba miradas furtivas,
conocía el rostro de este pobre soñador de manos inquietas
y cómo apretaba los labios cuando me perdía entre las líneas.
Me conocía como si hubiera estado a mi lado toda la vida,
sabía cuando caían los pesados pensamientos de mi cabeza
y cuando simplemente me dejaba fluir como las gramíneas,
ella sabía que en cada estrofa encontraba algo de alegría.
 
Yo apretaba mis dedos, era tan sólo un pequeño defecto,
quizás uno de tantos, una larga lista de manías y vicios,
los apretaba justo cuando estaba a punto de desnudarme:
me deshacía torpemente de mi coraza, soltaba el peto
que me protegía del mundo y mantenía a salvo mis lirios,
después juntaba los labios como si ella fuera a besarme
y mi alma, tan impúdica, de todo velo se desprendía....
 
A veces se escapaban mis más oscuros pensamientos,
otras veces tan sólo reflejaba la oscuridad del mundo,
y en ocasiones, las más, llenaba de luz los renglones
tratando de describir lo que ella alumbraba por dentro,
compartiendo esta llama más allá del basto muro
que separa mi ser del resto de inquietos soñadores.

miércoles, 3 de agosto de 2016

De lo que de verdad importa

Me siento en medio de una amplia habitación, lo suficiente como para que resuene el eco de mis pensamientos; dejo abiertos ambos grifos: el de las desgracias y el de las alegrías, lentamente mi piel se va empapando de todo lo que veo y lo que recuerdo haber visto, proyecciones que me ahogan si no consigo abrir la válvula de lo que verdaderamente importa: que seguimos en pie, que aún tengo ojos para ver y manos para tejer mis propias conclusiones.

Me sorprende cómo todo llega a ser sumamente sencillo, a veces la felicidad es algo tan simple como pasar la noche entera con alguien que encaja con tu manera de pensar tan cómodamente como dos piezas de puzle, otras veces la desgracia irrumpe con una ecuación tan elemental como que uno mas uno dejan de ser dos, o que nuestra afición no se convirtió en nuestro oficio. Humildes experiencias como un café a la orilla del mar, una cerveza tumbado a la luz de la luna, o encontrar la paz interior al rimar un par de versos nada recargados... Me gusta pensar que todo lo que puede destruirnos o alzarnos pueda depender de cuestiones sencillas pues, de este modo, pienso que encontrar la felicidad puede no ser otra cosa que construir nuestra vida a base de pequeñas piedras fáciles de corregir o moldear cuando alguna termine por mellarse o desprenderse de nuestra estabilidad.

Hace años pensaba que la felicidad debía compartirse con muchas personas, debía demostrarse a los cuatro vientos que estabas contento, gritarlo bien alto para que nadie pudiera instalar un No por encima de tu voz... Pero me equivoqué, la felicidad solo es real cuando se comparte, pero no significa que debamos compartirla con cualquiera, no significa que debamos demostrarle nada a nadie, se cuela en nuestra vida a través de los pequeños gestos, y a través de pequeños gestos debe seguir fluyendo. El problema de querer complicar este tráfico es que no todos (a veces ni siquiera la mayoría) compartirán tu visión, no tienen por qué opinar igual que tu o querer lo mismo que tu para estar a gusto; entonces entra en juego el equilibrio, hacer malabares con la forma de ser de cada uno de aquellos que te rodean y tratar de encontrar el término medio en el que todos estéis medianamente bien. A veces ya es demasiado complicado compaginar tu vida real con aquello que te hace feliz (y eso que "solo estudio" como dicen algunos) como para también incluir en la ecuación la realidad y los sueños de muchos otros individuos... Sin contar con esa irritante costumbre que los medios de comunicación y la sociedad que nos envuelve  tienen de decirnos y tratar de convencernos de qué es lo que necesitamos para ser felices, qué es lo que queremos y anhelamos... Lo siento, pero aún no he hipotecado mis sueños a CityBank.

Y a pesar de todo lo que de verdad importa no es lo mucho o poco que nos compliquemos para ser felices, sino que logremos serlo, tenemos una sola vida, mejor o peor, pero es lo único que tenemos y a veces nos pasamos tanto tiempo preocupados en bobadas que después no nos queda tiempo para disfrutar, para sonreír... Lo que de verdad importa no es lo mal que lo hemos pasado o si cualquier tiempo pasado fue mejor, sino que tenemos un presente, y en él podemos decidir si resolver las ecuaciones o seguir odiando las matemáticas, si  confiamos en que desde lo más sencillo hasta lo más enrevesado puede conducirnos a una explosión de Serotonina que invada nuestro cuerpo de alegría...
Lo que importa es lo que hacemos con el tiempo que nos toca.


Y para ser honestos, llevaba mucho tiempo sin escribir, ni siquiera se si más de una decena de personas leerán esto, pero a pesar de la calor, a pesar de todo, me siento bien, me gusta escribir y es algo sencillo que me hace sentir libre y a salvo. Gracias a todos y todas quienes paseáis por aquí, hoy comparto con vosotros mi alegría.