Cuantas sonrisas caminando hacia el patíbulo,
cuanta felicidad condenada al exilio sin remedio
por haber nacido a la sombra de la incomprensión,
por no seguir ningún guion ni plan ridículo,
se topa la alegría de bruces con el miedo,
el miedo a al rechazo, al odio sin razón...
Cuantas ilusiones desfilan hacia el cadalso,
cuantos sueños son perseguidos, hostigados,
obligados a crecer lejos de cualquier aplauso
solo por no ser lo que otros habrían esperado.
gardenias que florecen en un jardín de rosas
esquivando espinas y apartando palabras dañinas,
como nutrias que avanzan rio arriba revoltosas
aprendiendo a nadar al tiempo que curan sus heridas.
Pero hasta los girasoles más fuertes a veces miran al suelo
y contemplan con dolor las piedras que fustigan sus raíces,
suspiran y estremeciendo sus hojas confiesan en secreto,
-¿Cómo no voy a sentirlas si van corriendo por mis venas?
prefieren no escuchar pero saben bien lo que se dice,
prefieren no mirar pero a veces las lágrimas llegan a la arena.
Cuantos gritos que se ahogan en el silencio más disfrazado,
disfrazado de indiferencia, de vivir mirando para otro lado,
cuantas lunas han visto aquellas pupilas clavadas en el techo,
pintando las noches de insomnio y un puño clavado en su pecho.
Caminamos por el lado izquierdo de esta vereda,
y aprendemos que esto es lo que nos espera:
recorrer un sendero iluminado solo por las antorchas
de aquellos que nos persigan portando sus horcas,
hacer pedernal de las pedradas que nos vayan a arrojar
y prender sus guiones para ayudarnos a alumbrar.

La prosopopeya de los girasoles muy sugerente...
ResponderEliminarGracias Antonio, creo que era la imagen que mejor podía simbolizar esa idea...
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