Cada vez que veías que yo iba a buscar un lápiz y algo de papel me sonreías, una parte de ti se alegraba de verme hacer lo que me gustaba, me animabas a lograrlo al tiempo que algo en tu interior se lamentaba silenciosamente... Una voz que brotaba de dentro y te decía:
-Volverá a perderse en su mundo hasta que logre colocar un punto y final que lo traiga de vuelta.
Te oía, como se oye al alma inquieta repiqueteando en las paredes de su cuerpo; te oía mas allá de la sonrisa sincera y de las palabras de ánimo, porque de eso se trataba, de llegar más allá de las palabras, de colarse más allá de las sonrisas o las lágrimas... Ese era el arte que buscaba, acercarme con un lápiz y montones de papel a lo que tu lograbas con una simple mirada: Acariciar el alma.
Cada vez que me perdía, cada hora gastada entre el grafito y las teclas, tu sentías que me alejaba de ti, de tu piel y de tus besos. A menudo te acercabas a mirar por encima del hombro, buscando una pista que confirmara que hablaba de ti en aquellos versos, buscando una explicación para aquellas ausencias inesperadas; y a menudo solo encontrabas a un hombre atorado en algún lugar de su mente.
Te veía, y tu creías que no, pero te veía, volando a mi alrededor creyendo que las palabras eran mi sol y tu tan sólo un cometa a punto de desintegrarse en mi cabeza. ¿Cómo no iba a mirar? si eras la musa por la que mis palabras brotaban, si tu ser no era otra cosa que la perfección a la que trataba de acercarme infructuosamente en mis estrofas. Esa era la razón por la que me alejaba, para acercarme un poco más a ti como un pedazo de carbón que contempla y quiere retratar el diamante con el que convive.
Volveré a perderme en mi mundo, amor, volveré y no mientras me queden dedos en las manos, sino mientras me quede un corazón en el pecho. Porque siempre hablan de ti mis palabras, de un modo u otro siempre estás en ellas, pues tu, amor, estás en cada uno de mis sentimientos, en cada uno de mis pensamientos... Estás en cada gota de tinta, en cada gota de sangre que corre por mi cuerpo.
Te escribo camino del cielo, dejando un rastro de versos por si me pierdo volver a encontrar la vereda que lleva a tus ojos.