Oigo tu voz infinita inundando mis pensamientos,
atravesando mis defensas como un disparo
que sonríe y desgarra toda estabilidad mental.
Te oigo en cada encrucijada y en los buenos momentos,
sin perder oportunidad de recordar todo lo malo,
sin perder ocasión de mover mis fichas una casilla más atrás...
Esa maldita voz tan familiar como las heridas de mi cuerpo
que me rodea de espejos y me hace sentir tan raro,
que me susurra mentiras y grita la jodida verdad.
Me atrinchero, saco espinas y me endurezco,
pero ¿De qué sirve el esfuerzo y tanto despilfarro...
cuando se trata de luchar contra el enemigo que llevas dentro?
Pablo León Alcaide
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